
La orden que marcaba el inicio de las operaciones, término inicial que pronto cambiaron por actividades, palabra que sonaba más amable con los sujetos objeto de las mismas, surgió de arriba. Muchas órdenes que surgían de arriba tenían un origen nebuloso, una maraña en la que, cualquiera que intentara desenredarla, terminaba extraviado entre rostros fantasmales casi imposibles de identificar y embrollado en un mar de confusiones, de versiones contradictorias, de respuestas que se delegaban en una fila interminable de evasivas.
En realidad, el inicio de operaciones se dio con la creación del CREPC: Comité Religioso, Ético, Científico, Político y Cultural. Fue una comisión de jerarcas religiosos, sabios, científicos e intelectuales encargados de diseñar estrategias para encausar de nuevo el orden de las cosas. Orden de las cosas, para los de arriba, era orden.
La primera misión ordenada por el Comité, se la encargaron al hombre que tenía fama de poeta. Sospechaba el Comité que necesitaba una mirada que se saliera, un poco o mucho, eso todavía no lo sabían, de los espacios físicos y mentales de lo mundano. Una mirada nueva, no tan segmentada por lo político, les daría otra perspectiva frente a la realidad, y los guiaría para tomar las mejores decisiones.
Antes de encargar la misión al poeta, intentaron descubrir cuál era el orden de las cosas, pero las noches se les iban de sombra en oscuridad y los días de niebla en niebla, sin poder dilucidar qué era lo que estaba sucediendo o desde cuándo estaba sucediendo. Así pasaron las primeras reuniones, atiborrados de preguntas con respuestas que, en el mejor de los casos, llegaban a una vaga conjetura. La imagen que tenían era como una fotocopia de una foto ya desdibujada por el tiempo realizada con tinta insuficiente. Lo que tenían por cierto era que el orden reinante se había tornado en desorden, una mancha oscura que crecía sobre las instituciones, las leyes, la moral y las sanas costumbres.
Sin saber qué corregir, nada se puede corregir, dijo uno de los sabios con el acento de quien señala el recién descubierto rumbo del universo, el raudo camino de las galaxias. De allí a la conclusión el camino fue más o menos despejado: Tenían que investigar los aspectos que consideraban críticos, o dicho en otras palabras, que fomentaban el desorden social.
De siete miembros de la comisión, cinco opinaron que el mundo empezó a desestabilizarse con el internet, otro opinó que la situación empezó a gestarse desde mucho antes, y el otro se atrevió a decir que todo empezó a desordenarse cuando el simio se paró en dos patas para otear el horizonte. Esta última y enigmática frase creo un silencio hasta que tomaron la decisión.
Internet. Se fueron detrás de esas palabras como si fuera un hilo, en sentido literario, el de Ariadna, en busca del Minotauro, del monstruo que habitaba el laberinto, y se fueron detrás del hilo virtual, de los comentarios en redes sociales.
A mí, como ciudadano responsable, se me encargó la misión de ser relator de todo cuanto aconteciera con la Comisión, en los sucesivo, CREPC. Debía redactar de una manera que fuera comprensible porque se utilizaría la estrategia, que algunos consideraron novedosa, pero que entrañaba en sí misma una paradoja: utilizar el medio para combatir el medio; en otras palabras, utilizar internet para hablar de los peligros de internet, utilizar las redes sociales, para enfatizar el peligro de las redes sociales. De la misión de relator no saldría ileso, como se verá.